Después no sabemos por qué existe la violencia de género. La respuesta del director de la Guardia Republicana, Alfredo Clavijo, no hace más que reforzar estereotipos sexistas de control sobre el cuerpo y las vidas de las mujeres. Pedir datos personales es un procedimiento policial irregular y utilizar los mismos para mandar mensajes acosadores es un ejercicio de poder inconcebible en democracia. No es «romanticismo», es acoso policial. Es violencia institucional machista.
La conducta de los dos policías de la Guardia Republicana no son hechos aislados, son parte de un entramado discursivo que el Ministerio del Interior tiene sobre el castigo y sobre cómo éste debe operar sobre las mujeres. ¿Ya nos olvidamos que su jerarca máximo dijo que «las mujeres privadas de libertad se embarazan para conseguir que las trasladen a la cárcel del Molino [lugar específico para mujeres con hijos]»?
Reconocer la violencia de género implica reconocer las múltiples dimensiones que la producen. Una de ellas es la violencia institucional que además recae en las mujeres que menos tienen. Este caso no habría tomado estado público si hubiera ocurrido en un barrio periférico. El acceso a la justicia termina cuando se cruza Avenida Italia.
Pedimos que las autoridades correspondientes se retracten en forma pública de estos dichos y revisen profundamente sus prácticas violentas y misóginas.
Mujer y Salud en Uruguay – MYSU
Servicio de Paz y Justicia – SERPAJ Uruguay