OTRAS, ORGANIZACIÓN DE TRABAJADORAS SEXUALES DEL URUGUAY, SURGIÓ EN 2018 PARA LUCHAR POR UNA NUEVA LEGISLACIÓN QUE LES GARANTICE DERECHOS LABORALES Y SOCIALES
Lujan tenía 16 años cuando fue abusada por su propio tío, nunca le contó a nadie porque le temía a sus amenazas, pensó que nadie le iba a creer y la podían poner en penitencia. Dos años después, se enamoró de lo que parecía “un buen muchacho”, le rentó un apartamento y vivían felices. Cuando cumplió 20 años su vida dio un giro de 180 grados: Se adentró al sórdido mundo de la prostitución.
“No sabía nada de la vida, mi marido dejó el trabajo y me obligó a prostituirme por 20 años, me mandó a la esquina de Propios y Centenario, me exigía una plata o si no me mataba a palo, estando embarazada de mi nena, trabajaba en el León Rojo de Juncal, me dio una paliza en plena vía, me pateo la panza y casi pierdo a mi bebé, yo, para que no me golpeara, le llevaba cualquier cantidad de plata, después me obligaba a que saliera con sus amigos, me tomaban entre tres y me hacían lo que querían, yo les imploraba por favor que no, igual me lo hacían, bueno, son cosas que duele recordar”, contó a la REPÚBLICA Lujan Rodríguez, trabajadora sexual que aún sigue ejerciendo porque no tiene una vivienda propia y debe arrendar un cuarto.
Pero ella se cuestiona con gran incertidumbre ¿Qué pasará el día que no pueda laburar más?, ¿El día que se me termine de venir la edad encima?, ¿Tendré una jubilación al menos? Esta es la mayor preocupación de un colectivo que exige ser incluido en la previsión social del país, con cobertura médica dentro de la salud pública y algo que no es menor, que se les empiece a mirar como parte de la fuerza trabajadora del país y no como las “mujeres de la noche”.
Rodríguez retoma su relato, suspira y confiesa: “Fui feliz los primeros cuatro años con mi marido, luego todo se pudrió, allí empezó la mala vida, los golpes, la policía me corría, y cada vez que me quería separar, mi marido daba conmigo y me molía a palo, demoré 20 años en denunciarlo por violencia de género”, relata Lujan, agobiada por una vida patibularia de incontables sufrimientos. “Ahora guardo una gran expectativa de esperanza con las chicas de OTRAS, espero que estos 30 años que he ejercido el trabajo sexual puedan ser avalados para una jubilación, fueron eternos años aguantando a los clientes, si vos supieras todo lo que aguanté te querés morir”.
OTRAS, la voz que clama por derechos
El testimonio de Lujan no solo es perturbador e injusto, sino que así como ella, obligada por un tema de supervivencia, miles de mujeres en el Uruguay, en pleno siglo XXI, siguen enfrentando el estigma de la discriminación por ejercer el trabajo sexual, bajo un sistema en el que se crea una legislación pero moralmente se deplora el oficio.
Entonces, tras largos años de luchas, reclamos con gritos desgarrados como el de Lujan, frente al velo de la indiferencia, situaciones que son unas más violentas que otras y de las que miles de mujeres se salvan, pero otras mueren en medio de la impunidad, surge un colectivo para hacer justicia, se trata de la Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS), el cual lucha día a día para reformar la Ley Sobre el Trabajo Sexual (17515 promulgada en 2002) y generar espacios de debate con los entes del Estado y pueda cumplirse la legislación.
OTRAS surge en mayo del 2017 a través de la iniciativa de Karina Núñez, trabajadora sexual que lleva más de 30 años en este ambiente y que actualmente funge como Presidenta del movimiento desde el pasado 4 de diciembre, electa por las participantes del Primer Seminario sobre Trabajo Sexual que se realizó en el PIT-CNT, el 30 de noviembre del 2018, organismo que está respaldando a estas trabajadoras en la consecución de las metas, además del apoyo de la Comisión Nacional Honoraria de Protección al Trabajo Sexual.
Esta luchadora por los derechos humanos, propuso la idea a través de las redes sociales con el fin de conformar un grupo para integrar a todas las trabajadoras posibles, de los 14 departamentos del Uruguay. Inmediatamente que hace la convocatoria, se sumaron 11 compañeras a la propuesta, el 26 de junio se dio la primera acción pública en la sala Zitarrosa y ese mismo día se lanzó la campaña de recolección de firmas para modificar la Ley 17515.
Según Núñez, a nivel nacional se registran, a través de los órganos estatales, unas 13 mil mujeres del trabajo sexual, de las cuales 3 mil son extranjeras, es por ello que este colectivo busca la reivindicación de sus derechos, además de llevar una vida sin discriminación. “Lo primero que queremos es el derecho al trabajo, a elegir libremente nuestro oficio, a vivir sin violencia por la elección del trabajo que hacemos, que se nos respete la forma en que nos visibilizamos, que no se nos discrimine ni se nos estigmatice por el trabajo que hacemos y también necesitamos que se nos garantice el acceso a la seguridad social, a la jubilación, que se nos pueda reorientar en el mercado laboral y el acceso a la salud pública integral”, argumentó Núñez, quien agradece a varios organismos feministas por la orientación que les están dando, especialmente a Andrea Tuana, pese a sus posturas abolicionistas.
Los aportes
Aunque el artículo 2 de la ley vigente establece que “son trabajadores sexuales todas las personas mayores de dieciocho años de edad que habitualmente ejerzan la prostitución, recibiendo a cambio una remuneración en dinero o en especie. Se autorizará el ejercicio del trabajo sexual a aquellas personas que estén inscritas en el Registro Nacional del Trabajo Sexual y posean el carné sanitario con los controles al día”.
Al respecto, Lilián Abracinskas, directora de Mujer y Salud en Uruguay (MYSU), sostiene que “tenemos una legislación muy hipócrita, regulamos una práctica pero mantenemos el estigma de esa práctica, lo que si deja claro y esto me parece que es un límite en el que debemos trabajar, es que solo se reconoce el trabajo sexual a partir de 18 años, no hay trabajo sexual en menores de esa edad porque eso sería explotación sexual y esto es delito, no importa si parecía de 20, en esto debemos ser estrictos porque además del abuso de género hay un abuso generacional”, expresa la experta en el tema de género.
Abracinskas argumenta que dentro de la misma legislación hay “un maltrato hacia la trabajadora sexual porque para ser admitida como una práctica licita, primero se tiene que registrar en el Ministerio del Interior, ¿que otro trabajador hace ese registro?, pero además, si vive en Montevideo y decide irse a Artigas, lo primero que tiene que hacer es ir a registrarse a la Comisaria del pueblo, y no solo es una exposición sino que, según cuentan las mismas trabajadoras sexuales, lo primero que hacen es cobrarles coima en efectivo o en especie, es decir, habilitamos la violencia y el abuso de un funcionario del Estado y después no tenemos la capacidad de controlarlo; y si la trabajadora hace la denuncia ¿dónde la va hacer, en la misma Comisaria?. Ellas están habilitadas y no se merecen el irrespeto de la sociedad”.
También piensa la líder feminista que debe regularse toda forma de proxenetismo y de explotación sexual, hasta hace pocos años el servicio doméstico funcionaba como una forma de servidumbre y explotación, “lo que hemos hecho es regularlo, así tendríamos que hacer con el trabajo sexual, para que las trabajadoras se sientan dignas de derechos, todos debemos hacer cumplir la norma porque si no hay denuncia no hay sanción”, manifestó la experta al reiterar que “todas aquellas que ejercen el trabajo sexual, también tienen que hacerlo en condiciones y espacios de higiene y seguridad.
El caso de la discriminación escolar
Muchas mujeres llegan a este oficio como una manera de refugio, aunque suene irónico, allí conocen personas en la misma situación, los mismos patrones de vida, el abuso físico, la intolerancia social, la no aceptación dentro de las filas escolares y aquí el caso de Jessica (pseudónimo del ambiente), del departamento de Soriano, tiene 24 años y empezó con el trabajo sexual a los 19 porque sintió que “no tuvo otro camino”.
“Las injusticias que sufrimos en la noche son incontables. El evento de mi vida que me llevó a ejercer este trabajo fue la necesidad, había dejado el liceo por discriminación, dejé en segundo año, aunque ahora lo retomé y estoy por pasar a cuarto. Cuando salí al mundo me di cuenta del nivel de discriminación que hay, nadie nos contrata para algún trabajo y no me quedó de otra, me uní con otras chicas que estábamos en las mismas”, contó Jessica.
Aunque empezó como cantinera en los boliches, luego pasó a las whiskerias. “Es terrible, desde que nadie te pague sin tener a quien reclamar, porque la justicia nunca está de nuestra parte, te ponen cualquier cosa en la bebida, una vez sufrí un coma etílico y estuve tres horas desmayada dentro de un baño de una whiskería y nadie hizo nada por mí”.
Esta chica se unió al colectivo OTRAS también animada en busca de la reivindicación de sus derechos. “Se nos señala como las mujeres de la noche y no como unas trabajadoras, me parece que en este siglo no puede seguir pasando esto, deben incluirnos en el Ministerio del Trabajo, hay mujeres de 70 años que han estado años trabajando en la calle y llega un punto que no pueden jubilarse y tampoco tienen acceso a una vivienda, entonces pasan sus últimos años de vida en condiciones deplorables”.
Jessica pide que cese la violencia, lamentablemente han asesinado muchas mujeres y nunca se resuelven los crímenes. También exigen que Salud Pública controle los boliches que “están en condiciones deplorables, hay mujeres viviendo aglomeradas en una sola pieza, encima les cobran por vivir allí, hay algunos dueños de las whiskerias sin papeles al día y un montón de irregularidades. Es tiempo de que se tome en serio nuestro mundo, nuestras vidas”.
Mientras se espera por el avance de las modificaciones en la legislación, OTRAS mantiene la expectativa que se les tome en cuenta a la hora de tomar decisiones por ser las más interesadas y directamente las beneficiadas en que se les regule su trabajo y se les brinde los derechos laborales y sociales de ley, pues existe un voluntad por parte de las instituciones del Estado para dignificar el trabajo sexual y combatir el estigma que ronda el oficio.
Fuente: La República.